jueves, 19 de abril de 2007

BIOETICA


Dr. Milton Egaña Darricarrère

El vertiginoso desarrollo, que ha tenido el conocimiento en los últimos años ha sido de tal magnitud, que resulta difícil dimensionarlo para cualquier persona. El conocimiento científico y el desarrollo tecnológico han sido tal, que cifras como: más de la mitad de los inventores que ha tenido la humanidad se encuentran vivos, o que hoy el conocimiento se duplica en menos de 5 años, en comparación a los cientos, que requería hace unos siglos; y que en el año 1945 había 240 mil personas dedicadas a la investiga­ción en el mundo, comparadas con los 6 millones de especialistas que existen hoy. Cabe hacer notar que los cambios más trascendentes de estos últimos 20 años están en el área biológica y no cabe duda, que los cambios que se van a seguir produ­ciendo también estarán allí.
El cambio modifica paradigmas, y con ello teorías e hipótesis de todo el ámbito del conocimiento pueden quedar obsoletas o reafirmarse. Esto obliga a una permanente reinterpretación y contextualización de lo nuevo, de modo de realizar las correcciones cuando corresponda. Sin embargo, en esta constante dialéctica no todas las organizaciones humanas reaccionan de la misma forma asumiendo la síntesis como una positiva evolución del saber humano. Las resistencias surgen fundamentalmente cuando el nuevo acontecer se contrasta con las escalas valóricas, que son la esencia de la manera de ver el universo y la vida, para cualquier agrupación de seres humanos.
Las religiones son una de las organizaciones creadas por los hombres y mujeres, más resistentes a cualquier modificación. A modo de ejemplo, a la iglesia Católica le tomó 500 años pedir disculpas a la humanidad por los horrores de la inquisición, a pesar que el mundo científico ya había revelado las verdades varios siglos antes.
El mundo de la fe religiosa se confronta de este modo al mundo racional, científico, no solo en los contenidos, sino sobre todo en la velocidad con que ambas realidades reaccionan al cambio, con distintos ritmos de adaptación. Esto inevitablemente lleva al conflicto, no solo en el ámbito intelectual, sino muchas veces por intereses económicos, políticos y de poder.
La historia progresivamente ha ido dando la razón a quienes tienen una mente más abierta, dispuesta a ampliar el horizonte de conocimiento, sin frenos dogmáticos, que esclavizan el pensamiento. Contrariamente, todo fundamentalismo religioso restringe su escudriñar solo a los límites establecidos por quienes administran la verdad revelada, quienes han escrito la historia y la cosmogonía religiosa.
Sin embargo, a pesar de quien escribe estas líneas no posee dogmatismos religiosos, que restrinjan su búsqueda, cree que el avance científico, seductor, no debe seguir su carrera sin tener la pausa necesaria para la reflexión, la meditación y el análisis, permita dimensionar en la medida justa y armoniosa, que este progreso hacia el conocimiento se mantenga siempre dentro de los límites del respeto a la dignidad humana. Particular atención requiere prevenir consecuencias, que puedan afectar los derechos de las personas. Así, surge con fuerza una reciente rama de la filosofía: La Bioética.
En ese contexto deseo invitar a cada uno de ustedes, en las próximas publicaciones, a realizar un análisis comparativo entre las religiones, representadas por la Iglesia Católica; y el mundo científico, laico y libre pensador, representado políticamente por el PRSD. Me he puesto como objetivo mantenerme en los límites del respeto y la tolerancia, dejando las conclusiones a merced del juicio crítico de cada uno de los correligionarios.

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